Es altamente probable que adentrarse en el bosque conlleve algo de misterio. En días anteriores el clima había estado nublado y frío, por lo que aquella tarde de invierno, íbamos en busca de parajes desolados de colores sobrios y en efecto la jornada comenzó así, pero para nuestra sorpresa el día comenzó a abrir y el sol a hacer su magia.
 
Nos recordó la luz que con tanta perseverancia buscaba el gran pintor impresionista Pierre Auguste Renoir. Rayos de sol con una tonalidad tan próxima al dorado que resulta difícil de expresar.
 
Hubiéramos dado por terminadas las actividades del día con una fotografía del estilo. Sin embargo para mayor sorpresa de nuestro equipo, el sol se comenzó a orientar de tal manera que aquella luz dorada se fusionó con el casi inexistente follaje que tenían los árboles, generando un tono ocre en los mismos. He aquí el resultado.